He seguido el sendero
que me aparta de cuanto me es amado.
He observado a los pinos sonrojarse
y hasta inclinarse ante mi cruel destino,
las acequias tomar fluidas el agua
en lágrimas que mis ojos lloraron.
Someter a los vientos
mi yaga atribulada
al sereno poniente,
más allá del horizonte azulado,
entre las aguas de este verdemar,
anochecer de sangre
y amanecer de nieve.
Resté de la penumbra
la escasa luz que refleja tu rostro.
Aullé a la luna hermosa
la trova de tu esencia,
el secreto perdido de tu nombre,
el vértigo dormido
en los tímidos poros de tus labios.
Pero solo me escuchó el viento frío,
los fantasmas, la noche,
y la agonía de mi burda pena;
cansado te esperé,
malherido por este arduo llanto
y por este roto dolor sin nombre.
Harapiento, perenne,
en el muelle donde muere el sendero,
frente al lago, te espero.
22-07-2014