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Gracias y perdón por mi error.

lunes, 26 de marzo de 2012

COMPASIÓN Y ORGULLO


Dentro, en la botella de ron anejo,
a cuatro pies del estúpido gato,
guardo horas y lamentos callados
y hasta arrugado, amores desatentos
de intemporales sueños demorados.

Los sueños son brumas, ajena al canto,
embadurnado de alcohol grasiento,
descorazonado, la flecha y el dardo,
el mástil hecho de palo de santo
y el alma apenada grita un lamento:

“No me mires de lado, furiosa, amor,
ocultando tus labios enlodados
de la tierna flor, promesa y secreto
de un triste mañana roto y amañado
por la compasión del enamorado,
por el siniestro orgullo, él, siempre ajado.”


                                           

                                            Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                            Poema: Compasión y orgullo


Oír el poema recitado por el autor

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miércoles, 21 de marzo de 2012

BUSCARTE, Y HALLARTE, Y REGRESARTE


No lucharé contra este viento devastador,
ni huiré a las altas montañas heladas
donde el calor puede derretirme el corazón
y helarme de la mente la palabra dada.

No te buscaré entre los aleros desmayados,
ni en las esquinas mohosas de las largas hayas
no sea que descubra el frío humo desgastado
o la luciérnaga por nocturna adormilada.


Si tengo buena suerte y el día es algo osado
desharé con mis tristes dedos las copas vanas
donde tu alma por ser tan guerrera ha encallado.

Y si es dulce veneno lo que el aire esparce,
será delito no encontrarte,
será mezquindad no buscarte, y hallarte, y regresarte.


Y si no quieres,
no lucharé más contra esta lacra cortante
que me quema como negro hielo
y me endurece como vidrio viejo.



                                      Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                      Poema: Buscarte, y hallarte, y regresarte


El poema de labios del autor

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viernes, 16 de marzo de 2012

ESTARÉ SOLO


Estaré solo, muy solo
como el viento en la montaña,
como la luna en la noche
siempre fría, siempre sola.

Evocaré el pasado
como sombra del presente,
como una hoja vacía
e inerte, vuela sin rumbo.


Dormiré escondido al raso
de la llama de tu amor,
como aire desangelado,
malherido y maltratado.

Aullaré casi perdido
como un incansable ciego,
como un torpe innecesario
que buscara el falso adagio.

Perderé tu dulce voz,
el sol lascivo en tus ojos,
la sonrisa siempre franca,
el tacto suave de un beso,
y hasta el afán de mis manos
ansiando tu rostro tierno.


Estaré frío y muy lejos,
siempre estulto, siempre mármol,
solitario como un témpano.


                                                    Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                                    Poema: Estaré solo




El poema recitado por el autor

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lunes, 12 de marzo de 2012

ADLÁTERE



No renunciaré al canto
No renunciaré al gozo, ansias de mi anhelo.
No renunciaré al anhelo de mirarte entre la niebla.
No renunciaré a la niebla donde habitas, lejana.
No renunciaré a la lejanía para atraerte a mi lado.
No renunciaré al borde donde espero el milagro.
No renunciaré al milagro del beso que era mío.

Mío. Mío.
Mío era el sol.
Mío, el claro de luna.
Mío, el afán que vela en las estrellas.
Mío, el color de tu mirada.
Mío, el cándido son de tu voz.
Mío, el brillo de tu pelo al que no renunciaré.


No renunciaré a la bondad de tus maneras
donde se esconden las maneras de las cosas.
No renunciaré a la humildad de tu ser,
ese ser hecho de velos de escoba..
No renunciaré al altruismo de tus actos,
esos actos alejados de la amorfa mezquindad.
No renunciaré a la calma de tu rostro
que me templa esta ira desbocada.
No renunciaré a tu afecto que era mío.


Mío. Mío.
Mío era el sol.
Mío, el claro de luna.
Mío, el afán que vela en las estrellas.
Mío, el color de tu mirada.
Mío, el cándido son de tu voz.
Mío, el brillo de tu pelo que no olvidaré.

No olvidaré el llanto.
No olvidaré el dolor, cuna de mis lágrimas.
No olvidaré las lágrimas, senda de la suerte adversa.
No olvidaré el infortunio en la palabra.
No olvidaré las palabras que me atan al silencio.
No olvidaré los largos silencios que acallan tu nombre.
No olvidaré ese nombre que era el tuyo.

Tuyo. Tuyo.
Tuyo, era el aire.
Tuyo, el fuego.
Tuyo, el agua y la tierra.
Tuyo, el sonido de la acequia.
Tuyo, el viento entre las ramas.
Tuyo, el amor que no olvidaré.

No olvidaré la savia de tus labios,
tus labios de lágrima escarchada.
No olvidaré las estrellas en tu mirada,
tu mirada traviesa al alba enamorada.
No olvidaré los susurros de tu eco,
tu eco entre sábanas humedecidas.
No olvidaré el reflejo de tu pelo,
ese pelo de llama en el estío.
No olvidaré ese rostro que era el tuyo.

Tuyo. Tuyo.
Tuyo, era el aire.
Tuyo, el fuego.
Tuyo, el agua y la tierra.
Tuyo, el sonido de la acequia.
Tuyo, el viento entre las ramas.
Tuyo, el amor al que me resignaré.

Me resignaré al clamor eterno
tras el ventanuco cerrado de indignidades.
Me doblegaré al olvido mezquino,
injuriado por el látigo del viento.
Me perderé de tu recuerdo como gotas heladas de rocío
y serán tus palabras voces negras en mis labios.
Me disiparé, como nubes de algodón,
del silencio de tu boca,
del frescor de tu mirada, enfurecida.
Me separaré de esta linde peligrosa, apenas visible,
que me aparta de tu lado, y te ofrece al suyo.


Suyo. Suyo.
Suyo, será el sol y la luna.
Suyo, la miríada de estrellas.
Suyo, el ángel de sus ojos.
Suyo, el sereno canto en la mañana.
Suyo, el susurro de fuego en la noche.
Suyo, toda la pasión que un día perdí.

Perdí, amarga es la derrota del enamorado.
Dolorosa, la senda de la desolación trabada.
Angustiosa, las horas del títere quebrado sin su amor.
Demente, buscaré tus gestos en las sombras esquivas
y me sentiré cómplice de verme en sus modales.


Aceptaré tu pérdida como algo que quema.
Distante, trataré de huir de la calle donde duermes.
Privaré mis ojos de tus piernas de seda.
Sellaré mis labios con telarañas de vino amargo.
Tendré por escudo la escarcha de la mañana.
Asiré por arma mi lanza de versos rotos.
Y lo sé, sucumbiré al amargor de la nostalgia.

Y entonces recordaré que lo mío fue tuyo y lo tuyo,
para mi desgracia, suyo.


Suyo. Suyo.
Suyo, será el sol y la luna.
Suyo, la miríada de estrellas.
Suyo, el ángel de sus ojos.
Suyo, el sereno canto en la mañana.
Suyo, el susurro de fuego de la noche.
Suyo, toda la pasión que eres tú.


                                                    Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                                    Poema: Adlátere

sábado, 10 de marzo de 2012

LA NIEBLA DEL RUMOR



Cuando salgo te busco en las tormentas;
si puedo miro tu reflejo en el mar,
converso en la lengua de los espejos
con el aire que tiene algo por dar.


Respiro del viento de la espesura
el incierto aroma, caricia en tu piel.
Si puedo busco el cerco de hermosura
cuando admiro mudo tus labios de miel.


 Y de la luz en la niebla, no hablaré;
obviaré las calles umbrías de amor,
sólo, el beso de tus labios sellaré.


Así dormida entre la lluvia y el clamor
la mirada de tus ojos buscaré
temeroso de que todo sea un rumor.



                                                    Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                                    Poema: La niebla del rumor




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miércoles, 7 de marzo de 2012

EL CASTIGO DE LAS HADAS


Apuntalad con brío de la muralla sus debilidades,
el aceite hirviendo lama furioso la piedra,
no abráis las hermosas puertas a las hadas,
no cedáis a sus encantos malevolentes,
ni os dejéis envolver de su astucia suprema,
en ningún caso selléis vuestros labios con sus labios,
ni crucéis una esquiva mirada de compasión
o seréis pacto de sus llamas, prisioneros de su mal.


Las hadas conocen los huecos y oquedades,
los prohibidos senderos desnudos de hiedra,
de la hendidura de las rocas las grietas quebradas,
de la poblada espesura todas sus gentes,
atentas en las arboledas a la voz extrema
alejaos de sus cantos, de sus fétidos resabios,
o tendréis, desdichados, un lugar de pasión
en las encantadas grutas del mar de sal,
allí donde yazgo, siempre, umbrío de soledad.



                                                    Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                                    Poema: El castigo de las hadas



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lunes, 5 de marzo de 2012

UN HÁLITO DESLUMBRANTE


Si te tengo en mi mirada
es porque siempre te veo.

Si te tengo en mi boca
es porque encuentro en tu mirada
un hálito deslumbrante
que me estremece.

Sumiso me desvelo,
y mis manos son tus manos,
y mi boca es tu boca,
y tus ojos son mis ojos,
y tu mirada, ¡esa mirada!,
es la mirada de todas las miradas.

Si te digo y me repito
y, a veces, por razón me desgañito,
no es por mi,
que nada tengo;
es por ti,
que guardas cuanto albergo.


Por mis manos que son tus manos,
por mi boca que es tu boca,
por tus ojos que son mis ojos,
y por tu mirada, ¡esa mirada!,
que es la mirada de todas las miradas.

Víveme,
y tráeme tu sonrisa
de ese enorme arcón viejo
donde escondes el pasado,
tu sonrisa y mi desvelo.

Me gustan tus manos,
y tu boca, y tus ojos,
y tu mirada felina.

Me gustas cuando sonríes
porque me traes el cielo,
y cuando dejas escapar un beso
que feliz, tremendo, estruendoso,
portentoso, delicado tormento.



                                                    Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
                                                    Poema: Un hálito deslumbrante


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