SOLEDAD SONORA
“De
la alta silueta alada del campanario
volaron
revoltosas y agitadas las mariposas
cuando
la campana tañó la soledad sonora
que
las envolvía desde la eternidad.”
Cuando me dejarán escoger de la
soledad,
todas la heladas palabras,
todos los mudos silencios,
y, hasta, los entrecortados
suspiros,
que están siempre alertas,
encerrados
en la secreta habitación del
tiempo.
No respiran,
temerosos,
de dibujar sonidos en el aire,
más allá del volátil campanario,
por encontrarlos, pobres
testarudos,
si supieran que, desde siempre
y para siempre, los busco.
No importa,
si hoy no me cubro con palabras
ni me adorno con suspiros
para expresar mi locura,
mañana reinará la soledad
como existió cualquier otro día.
Puedo hundirme en la eternidad,
sé que en cada momento,
como perenne,
sus hojas nunca se extinguirán.
Son eternas.
La trajo el primero entre
nosotros
cuando tuvo la desfachatez de
sentir
su racionalidad, pobre iluso,
hoy fluye en mi latir,
y mañana vivirá
como siempre y desde siempre,
en la mente torturada de los
demás.
No importa,
si me enmudecen los largos
silencios,
no es esta la gran soledad:
la de marcados silencios
más allá de toda humanidad.
Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
Poema: Soledad sonora
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