HERENCIA
pero si recuerdo,
aquel silúrico retorcido,
y el caldo viscoso de la célula
donde dormitaba esperanzado.
En mi memoria está el miedo
y la oscuridad de las aguas tibias,
de los ríos, sus corrientes espesas,
de las montañas, sus cumbres peladas,
de la tierra, la estepa desierta.
No sé si siempre existí,
pero, ya entonces, estaba allí
callado, sumiso, desconfiado.
Los milenios trajeron
toda suerte de calamidades,
pero nunca faltó la ilusión
de otro cuerpo,
de otro organismo,
de otra célula
donde dormir
el eterno sueño del devenir.
Un día la promesa fue creencia,
la presunción creó doctrina
y está se cumplió: nací,
nací al mundo
traído de aquella célula
originaria,
henchida de incertidumbre,
arcaica hasta para el albor,
pero nací.
Hoy,
detrás de mí no queda nada,
si acaso, la ignorancia
preñada de destrucción.
preñada de destrucción.
Mañana,
nada habrá detrás de mí
salvo el confín de los tiempos;
conmigo,
fallece la esperanza
tantos milenios reservada.
Ya ni el miedo me sirve,
todo estará cumplido,
mi herencia será el aniquilamiento.
El fin de mi mundo navega en mi sangre
como un día la vida afloró
al légamo lechoso del mar primigenio.
Ya no habrá confianza,
ni existirá la certidumbre
menos el optimismo,
ni tan siquiera la perspectiva
de una promesa,
o la seguridad de una ilusión
que provenga de mis células,
por desgracia, muertas.
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Poemario: "Libro de Sal" de Juan E. Liébana Cazalla
Poema: Herencia
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