cuando las formas parecen dormidas, lejanas,
como alado jirón de nube deshilvanado,
el escriba del alma me trae tu recuerdo:
tu boca, mi pétalo;
tus ojos, flor de almendro;
tu pelo, lunar de luna.
Me trae tu voz soñada,
en mil olas plateadas,
Me acerca el anochecer añil
de profundos horizontes.
Sólo entonces,
cuando el invierno es nata,
y la pena un velo de luz opaca,
evoca la memoria tu sonrisa clara
tan tuya,
tú,
mi primavera,
esa luz.
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